Demos fruto con los talentos recibidos (cf. Mt 25,14-30)
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Justina Krzyzanowska, madre del gran compositor Federico Chopin, entretenía a la familia tocando valses y mazurcas. Una noche, Federico, de cinco años, se levantó y comenzó a tocar al clavicordio algunas piezas que había oído interpretar a su madre. “Mamá –dijo el niño–, quise probar si podía tocar como tú, para que puedas descansar”. ¡Qué hermoso! Aquel niño le echó ganas al talento que tenía para ponerlo al servicio de los demás.
También nosotros tenemos algún talento ¿Verdad? Es más, ¡Dios nos ha dado muchos talentos! La creación, la vida, el cuerpo, el alma, la inteligencia, la voluntad, la libertad, sentimientos, amor, la familia, amigos, la sociedad. Y aunque no nos da a todos las mismas cualidades e iguales recursos, porque sabe lo que a cada uno conviene, sí nos ha regalado a todos a Jesús, que nos ha liberado del pecado, nos ha convocado en su Iglesia, nos ha dado su Espíritu y nos ha hecho hijos de Dios, ¡partícipes de su vida por siempre feliz!
Y para que podamos vivir desde ahora esa vida, Jesús nos ha confiado su patrimonio: la fe en el Padre, su Espíritu –que es el Amor–, su Palabra, sus sacramentos –sobre todo la Eucaristía–, su Iglesia, la oración, el prójimo… Y espera que, cuando vuelva, lo hayamos hecho fructificar. “Se fía de nosotros –dice el Papa–… No lo decepcionemos” [1]. No permitamos que nos adormezca la oscuridad del pecado, que nos hace egoístas ¡Estemos atentos[2]!
Echémosle ganas a lo que Dios nos ha confiado y demos fruto siguiendo su camino, que nos hace dichosos[3]: el amor. Que sea el amor lo que nos haga llevar la vida a plenitud, cuidando nuestra salud, física, sexual, emocional, intelectual, moral y espiritual. Valorando a la familia. Respetando, promoviendo y defendiendo la vida, la dignidad y los derechos de todos. Compartiendo la alegría de la fe. Abriendo las manos a los necesitados[4]. Custodiando la tierra.
El que actúa así, entrará en el gozo eterno del Señor. En cambio, el que no tiene amor y no quiere ser útil al prójimo, y además, en lugar de reconocer su error, pedir perdón y corregirse, se empecina y hasta culpa a Dios de su propia irresponsabilidad, considerándolo demasiado exigente e injusto[5], perderá todo para siempre[6].
Aprendamos lo que Jesús enseña. Y mirando con esperanza lo que nos ofrece, propongámonos hoy, Jornada mundial de los pobres, hacer nuestra la cultura del encuentro, de tal modo que, como pide el Papa, seamos capaces de compartir con los necesitados lo que Dios creó para todos[7]. Hagámoslo, teniendo presente que, como dice san Gregorio Magno: “a cada uno se le contará como talento lo que hiciere por el más pequeño” [8].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Angelus, 16 de noviembre de 2014.
[2] Cf. 2ª Lectura: 1 Tes 5,1-6.
[3] Cf. Sal 127.
[4] Cf. 1ª Lectura: Prov 31,10-13.19-20.30-31.
[5] Cf. SAN JERÓNIMO, Catena Aurea, 5514.
[6] Cf. SAN GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, 9,6.
[7] Cf. Mensaje para la Jornada mundial de los pobres, 6.
[8] Homiliae in Evangelia, 9,6.