¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (cf. Lc 2, 41-52)
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Sin duda, un ingrediente fundamental del amor es la confianza. Esa confianza que brota de saber que quien ama es bueno y busca el bien del amado. Así lo demuestra Jesús, que, cuando el Padre, creador bondadoso y amoroso de todas las cosas decidió rescatarnos del lío en que nos metimos al desconfiar de él y pecar, le dijo: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”1.
La Sagrada Familia peregrina al Templo de Jerusalén. Va a la casa del Padre, porque sabe que gracias a Jesús todos somos familia de Dios, creador de cuanto existe ¡Sí! Jesús, nacido de la Virgen María, es Dios hecho uno de nosotros para liberarnos del pecado, darnos su Espíritu y hacernos hijos suyos, partícipes de su vida por siempre feliz, que consiste en amar.
Es con esta confianza que María y José van al Templo con Jesús. Saben que Dios nos ama y es bueno. Por eso quieren estar cerca de él, para recibir la fuerza de su amor y así poder hacer su voluntad, que es lo mejor para todos. Eso es lo que Jesús enseña cuando, habiéndose quedado en el Templo, a la pregunta de su mamá acerca de su conducta, responde: “¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”
Con esto, Jesús, que era adolescente, no enseña a los hijos a ser desobedientes ¡Al contrario! Él, que en el Templo hablaba de las cosas de Dios con los maestros de la Ley, sabe que por nuestro bien Dios manda respetar a los padres . Por eso, lo que enseña es que quien se ocupa en las cosas de Dios hace lo que él pide.
¿Y qué pide Dios? Que seamos compasivos, bondadosos, humildes, pacíficos, pacientes y agradecidos. Que sepamos sobrellevarnos unos a otros y perdonarnos mutuamente. Y especialmente, que vivamos el amor, que es vínculo de unidad ¡Sólo así seremos dichosos !
Así lo vive Jesús. Por eso el Evangelio señala que bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a su autoridad. “Sigamos –dice san Beda– el camino de su vida humana, si nos deleita la idea de ver la gloria de su divinidad” . Sigamos su camino si queremos construir una familia, una Iglesia y una sociedad cada vez mejores, y alcanzar la eternidad.
Echémosle ganas, sin dejar que las penas y los problemas nos desanimen, como supo hacerlo la Sagrada Familia, a pesar de que en el momento menos oportuno María y José tuvieron que ir a Belén para empadronarse; a pesar de que no encontraron posada y María tuvo que dar a luz al Hijo de Dios en un sucio pesebre; a pesar de que tuvieron que emigrar a Egipto porque Herodes quería matar al niño; a pesar de que al volver de la peregrinación a Jerusalén, se les perdió Jesús.
Aunque las cosas no estaban saliendo como humanamente se hubiera deseado, aquella Familia no se sintió defraudada por Dios ni desconfió de él ¡Al contrario! María y José, en lugar de perder el tiempo echándose la culpa el uno al otro o de “tirar la toalla”, buscaron juntos a Jesús donde debían: en el Templo, y lo hallaron. Busquémoslo también nosotros en la Iglesia y lo encontraremos .
Si en casa estamos enfrentando penas o problemas, no empeoremos las cosas echándonos la culpa unos a otros, distanciándonos, fugándonos en vicios y malas amistades, perdiendo la esperanza y alejándonos de Dios, sintiendo que él nos ha dejado. Más bien echémosle ganas y busquemos juntos a Jesús en su Palabra, sus sacramentos y la oración. Así recibiremos la fuerza de su Amor para amar y salir adelante, y, como dice el Papa, ser fermento de bien en la sociedad .
Que el único Dios, que por ser Padre, Hijo y Espíritu Santo es Familia, y ha hecho de la humanidad una sola familia, nos conceda, por intercesión de la Sagrada Familia, la inteligencia y la valentía de hacerlo así.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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1.Cf. 1ª Lectura: Eclo 3,2-6.12-14.
2.Cf. 2ª Lectura: Col 3,12-21.
3.Cf. Sal 127.
4.Catena Aurea, 9242.
5.Cf. Orígenes, In Lucam, 19.
6.Cf. Ángelus, 27 de diciembre de 2015.