I Domingo de Cuaresma ciclo B, 2021

El Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto (cf. Mc 1, 12-15)
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A veces, las cosas, las actividades y las preocupaciones nos distraen tanto, que terminamos fuera de nosotros mismos, sin tener claro lo que somos, lo que vale, solos y sin rumbo. Así le pasó a san Agustín, hasta que dijo: “me di cuenta que debía volver a mí mismo… y entré en mi interior, siendo tú, Señor, mi guía”[1].
¡A eso nos invita la Cuaresma! A conocernos, reconociendo a Dios que nos hizo, como dice san Hipólito[2]. Y para animarnos, Jesús nos da ejemplo: impulsado por el Espíritu, se retira al desierto para entrar en sí mismo y encontrarse con Dios, a pesar de que no todo era tranquilidad; el Evangelio aclara que “vivió allí entre animales salvajes”.
También nosotros, a pesar de la ferocidad de las enfermedades, de las penas, de los problemas, de los trabajos y de la gente difícil con la que tenemos que convivir, podemos entrar en nosotros mismos y dejar que Dios nos ilumine para verlo todo con claridad. Así, como san Agustín, nos daremos cuenta que todo se pasa; que el único que permanece para siempre es Dios, y que solo unidos a él podemos permanecer en nosotros[3].
Iluminados por Dios a través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración, de la penitencia y del prójimo, descubrimos lo que somos, lo mucho que valemos, la realidad, los dones recibidos, los frutos que hemos dado, lo que podemos llegar a ser, la meta que nos aguarda, el camino que lleva a ella, y a los “mensajeros” de Dios que nos echan la mano: nuestro ángel custodio, la familia, los amigos, y tanta gente…
También distinguimos las tentaciones con las que el demonio quiere desviarnos para perdernos en el laberinto sin salida del amor rehusado, conscientes de que, por grandes que sean, no son invencibles. Así lo demuestra Jesús, que, unido al Padre, las vence, y es capaz de compartir con todos la buena noticia de que en él ha llegado el Reino de Dios, que, como dice el Papa: “es la realización de todas nuestras aspiraciones” [4]
¿Qué necesitamos para formar parte de ese Reino del amor, de la verdadera realización, del auténtico progreso y de la vida por siempre feliz? Lo dice Jesús: “Conviértanse y crean en el Evangelio”. “El que desea la almendra de la nuez –dice san Jerónimo–, rompe la cáscara” [5]. Hay que liberarnos del egoísmo, que nos hace injustos, corruptos y violentos, y que nos empuja a usar a los demás como objetos de placer, de producción o de consumo.
Dios, que es bondadoso[6], quiere rescatarnos[7]. Sus palabras dan sentido y plenitud a la vida[8], incluso en los momentos más difíciles. No nos dejemos engañar por el demonio, que siempre quiere hacernos desconfiar de Dios y buscar otros caminos ¡Confiemos en Dios! Y unidos a él, vivamos con una buena conciencia[9], amando y haciendo el bien.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Confesiones, VII, 10, 16.
[2] Cf. Refutación de todas las herejías, X, 33.
[3] Confesiones, VII, 11, 1.
[4] Ángelus, 18 de febrero de 2018
[5] Catena Aurea, 6114
[6] Cf. Sal 24.
[7] Cf. 1ª Lectura: Gn 9, 8-15.
[8] Cf. Aclamación: Mt 4, 4.
[9] Cf. 2ª Lectura: 1 Pe 3, 18-22.