Homilía de Mons. Eugenio Lira para Solemnidad de Cristo Rey del Universo, ciclo C 2019

Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí (cf. Lc 23, 35-43)
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“Los éxitos –decía el beato Anacleto González Flores, patrono de los laicos mexicanos–… seguirán siendo de los audaces…
Cristo es la audacia más alta que ha pasado y sigue pasando… la audacia de lo eterno” [1].
Así lo reconoció uno de los malhechores que estaba crucificado junto a él. Mirando que en la cruz y en un ambiente hostil, Jesús tenía la audacia de seguir confiando en Dios y amando a todos, comprendió quién era: Dios hecho uno de nosotros para salvarnos. Y consciente de que se acercaba el final y que por sus pecados no podía alcanzar la vida por siempre feliz, le dijo: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.
Entonces Jesús, que en la cruz seguía adelante con la misión que el Padre, creador de todo, le ha confiado: salvarnos con el poder del amor, que, como dice el Papa, lo restaura todo[2], le concede más de lo que le pide, como hace notar san Ambrosio: “el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: hoy estarás conmigo en el paraíso”[3].
¡Sí! Amando hasta el extremo Jesús nos libera del pecado y nos lleva a Dios[4], en quien somos felices por siempre[5]. Solo necesitamos reconocerlo y dejarnos conducir por él[6], a través de su Palabra, sus sacramentos y la oración. Así recibiremos su Espíritu para ser audaces y reinar con él, amando y haciendo el bien, en casa, la escuela, el trabajo, la comunidad, la Iglesia, la cultura, la política, la economía, el deporte y la vida en sociedad.
No nos dejemos influir por los que, anclados a las apariencias, lo desprecian creyendo que su Reino es pura ilusión, y apuestan a que cada uno vea solo por sí mismo, usando a los demás, con lo que, desertando de ser reyes se convierten en esclavos[7]; esclavos que, sometidos a la resignación de que las cosas sean como son, se destruyen a sí mismos y a los que les rodean plagando la existencia de egoísmo, soledad, mentira, injusticia, corrupción, pobreza, contaminación y violencia.
Asociémonos a la audacia de Cristo, como el beato Anacleto González, esposo fiel y padre ejemplar, empleado y profesionista responsable y honesto, ciudadano y laico coherente, comprometido y participativo, que, cuando la situación lo requirió, defendió con su vida el derecho a la libertad religiosa, venciendo así la tentación de ver solo por sí mismo, para contribuir al bien y la salvación de muchos.
“Esta –decía– es la hora de los grandes riesgos y de las grandes osadías” [8]. Es la hora de pasar de simples espectadores, quejosos y resignados, a audaces constructores de nosotros mismos, de nuestro matrimonio, de nuestra familia y de nuestro mundo, extendiendo, con Cristo y como Cristo, el Reino de Dios, que es el Reino del amor, que, haciéndonos comprensivos, justos, pacientes, solidarios, serviciales y capaces del perdón, hace triunfar para siempre la verdad, el bien, el progreso, la paz y la vida ¡A echarle ganas! Vale la pena.
+ Eugenio A. Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Tu Serás Rey, 2ª edición, Comité Central de la ACJM, México, 1950, pp. 15. 17.
[2] Cf. Homilía, Domingo 20 de noviembre de 2016.
[3] Catena Aurea, 11338.
[4] Cf. 2ª Lectura: Col 1,12-20.
[5] Cf. Sal 121.
[6] Cf. 1ª Lectura: 2 Sam 5,1-3.
[7] Cf. Tu Serás Rey, Op. Cit., p. 7.
[8] Ibid., p. 19.